jueves, 16 de abril de 2015

Crítica: La piel que habito (Pedro Almodóvar, 2011)



Director: Pedro Almodóvar.
Intérpretes: Antonio Banderas (Robert), Elena Anaya (Vera), Marisa Paredes (Marilia), Jan Cornet (Vicente).
Productor: Agustín Almodóvar y Esther García.
Guión: Pedro Almodóvar (basado en la novela Tarántula de Thierry Jonquet).
Fotografía: José Luis Alcaine.
Música: Alberto Iglesias. Temas musicales: "Por el amor de amar" y "Se me hizo fácil", de Concha Buika.
Montaje: José Salcedo.
Año de producción: 2011.






Un introspectivo Almodóvar

Pedro Almodóvar es una de las grandes figuras del cine español desde la década de los 70, siendo conocido dentro y fuera de nuestras fronteras, ganando con el paso de los años dicha fama y con ello premios que hacen justicia a su carrera artística. Almodóvar, desde ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? y, sobre todo, con el cortometraje Salomé, ambas obras de 1978, empezó a enseñar al espectador español recién salido de un régimen dictatorial sus rasgos más característicos de lo que iba a ser su carrera, mostrando así un cine muy natural y realista en el que los sectores más marginados de la sociedad con sus elementos más escandalosos y provocadores iban a estar muy presentes.

Aprovechando el cine del destape y lo que conocemos por “la movida madrileña” Almodóvar dio un giro de tuerca al tradicional y controlado cine español convirtiéndolo en un cine punk, lleno de anglicismos, de excentricismo y locura, siendo este director uno de los representantes de este movimiento cultural. Estas características han estado presentes en prácticamente todos sus filmes, pero han sido amoldadas a lo largo de los años por el mismo Almodóvar estableciendo de esta manera diferentes etapas de su carrera como profesional del cine. Del excentricismo de su primeras películas ha pasado de un cine experimental a un cine con una mirada más introspectiva que se aprecia notablemente en sus últimas películas tales como Volver (2006), Los abrazos rotos (2009) y La piel que habito, obra de la que profundizaremos a partir de ahora en esta crítica.


En La piel que habito Almodóvar vuelve a la gran pantalla tras Los abrazos rotos con una película basada en la novela Tarántula del escritor francés Thierry Jonquet. En su película, pone de nuevo en escena a varios de sus actores fetiche: Antonio Banderas, Marisa Paredes y la estrella de la película, Elena Anaya, consiguiendo con su magnífica interpretación un Goya a la mejor actriz en 2011. Esta actriz ya apareció en Hable con ella prácticamente hace una década de su papel en esta película del director manchego, pero apenas fue destacable debido a su papel secundario en la misma. Anaya, actriz que empezó a ser mucho más conocida por la película de Almodóvar, ya tenía mucha experiencia dentro del mundo de la gran pantalla dentro de España con obras como Lucía y el sexo (2001) de Julio Médem, y fuera de ella con, por ejemplo, Van Helsing (2004) de Stephen Sommers, en la que compartía reparto con el conocido actor que interpreta a Lobezno en X-Men, Hugh Jackman. A Antonio Banderas ya lo conocemos de sobra por aparecer constantemente en las obras de Almodóvar (Matador, ¡Ámame!), al igual que su “chica almodóvar” Marisa Paredes (Tacones lejanos, La flor de mi secreto), por lo que, junto a Elena Anaya, hacen La piel que habito una película obligatoria del cine español.

Por otro lado, más allá del elenco que protagoniza la película de Almodóvar, no hay que olvidar la presencia del compositor Alberto Iglesias, una persona muy presente en las películas de este director. La música de Iglesias se ha convertido en un elemento dramático y narrativo expresivo, complementario no tanto de las imágenes como de la esencia y el trasfondo de las películas desde La flor de mi secreto (1995), su primera colaboración con el director español. En La piel que habito, Iglesias nos muestra una banda sonora caótica y desordenada con el fin de generar una enorme sensación de inseguridad sobre el entorno en donde se desarrolla la acción y, sobre todo, en su protagonista, Robert Ledgard, interpretado por Antonio Banderas, un hombre que actúa mediante impulsos y, por tanto, impredecible.


Desafiando las leyes de la naturaleza

En La piel que habito Almodóvar expone al espectador un drama psicológico muy alejado del prototipo de película típica del director. Esta vez, Almodóvar nos hace reflexionar sobre los límites de la naturaleza y del ser humano presentándonos a Robert Ledgard (Antonio Banderas), un cirujano plástico que, atormentado por la fatídica muerte de su mujer, ha conseguido crear una piel resistente al fuego y a la picadura del mosquito. Sin embargo, para crear dicha piel, Robert no ha estado experimentando ni con cerdos ni ratones sino con un ser humano, Vera (Elena Anaya), una chica que tiene encerrada y vigilada las veinticuatro horas del día en su propia casa.

Ayudado por su criada (y madre) Marilia (Marisa Paredes), este cirujano esconde a una chica que, hasta la mitad de la película, no sabemos muy bien de dónde la han sacado, sometida a operaciones constantes cual rata de laboratorio en un chalet asentado a las afueras de Toledo que sirve como cuartel de operaciones para convertirla, según parece ser, en un ser perfecto y único en el mundo. Como cualquiera de los varios cuadros con mujeres desnudas que adornan la residencia de Robert, Vera es permanentemente vigilada e inexistente para el mundo exterior. 

Con esta premisa da comienzo La piel que habito, una película que deja al espectador lleno de preguntas sin respuesta hasta que comienza a llegar el desenlace de la misma. Almodóvar, con varios flashbacks muy marcados, nos explica el pasado oculto de los personajes para que entendamos detalladamente la historia y, con ello, sacar nuestras propias conclusiones en una película en donde la sed de venganza está muy presente.


En este “frankestein” de la era moderna podemos ver una clara referencia a El coleccionista (1965) de William Wyler, compartiendo de esta manera el gusto de Almodóvar por el cine clásico norteamericano. También, aunque en menor medida, podemos ver la influencia del director por otras obras tales como Doctor X (1932) de Michael Curtiz y Los ojos sin rostro (1960), de Georges Franju, balanceándose el director manchego entre el mundo del cine noir americano clásico, la ciencia-ficción existencialista y una siniestra historia de terror combinada por un exacerbado y enfermizo romanticismo.

En cuanto a la interpretación, sobresale el papel de Elena Anaya muy por encima de sus otros compañeros de reparto a pesar de la trayectoria que estos llevan tras sus espaldas. Esto es, sin duda, lo más llamativo de la película pues, sin esta actriz, el filme de Almodóvar habría perdido mucho más de lo que le falta para encandilar a un espectador acostumbrado a otro tipo de cine almodovariano. La actuación de Banderas y la de Paredes, junto a la de los demás personajes del relato, es muy incompleta, siendo en la mayoría de la película percibida como forzada y mostrando muy poca naturalidad. Además, hay varios aspectos muy típicos del director en los que en esta película sobran como las inevitables salidas de tono y un humor no necesario en algunos momentos clave.

Con un montaje muy bien cuidado, lo único en lo que peca junto a la vaga interpretación de los personajes es en el tratamiento del guion. Hasta la segunda mitad del filme esto es casi imperceptible pero, una vez que empiezan los distintos flashbacks, detallados con unos títulos más bien prescindibles, la película dirigida por Almodóvar deja de desear el sobresaliente. Sin embargo, como ya se ha comentado antes, hay algo que la salva, además de Elena Anaya, y eso es la banda sonora, elaborada por Alberto Iglesias al cual le acompaña, en los momentos más musicales, Concha Buika con sus dos canciones, siendo el equivalente a una voz más de la película, reforzando, de esta manera el estado emocional de los personajes que ellos no verbalizan.

Una pobre piel

La piel que habito demuestra un notable cambio en el cine de Almodóvar cuyo experimento no le ha salido como planeaba. De lo excéntrico el director ha pasado a un cine negro plasmado en un ambiente lleno de angustia que emana del miedo psicológico creado no por las interpretaciones, sino por la estética hospitalaria de los decorados y el vestuario que rodean y envuelven a los personajes del relato. 


Con un alocado cirujano plástico lleno de sed de venganza por los errores del pasado junto a una chica secuestrada durante años víctima de un error inesperado, Almodóvar nos expone una película que muestra el miedo a la deformación, al paso del tiempo y a la pérdida de autonomía, dejando, a veces, algún que otro momento de humor que algunos pueden considerar como aire fresco y otros como algo innecesario que muestra el antiguo estilo del director.

A pesar de los fallos en el guion, La piel que habito marca la diferencia con respecto otras películas del director manchego gracias a la figura de la actriz Elena Anaya, la cual hace un papel espectacular con un Goya como recompensa, sin olvidar tampoco el papel de Antonio Banderas y Marisa Paredes que ayudan a completar el relato. Esto y la banda sonora de la película hace junto a los últimos minutos de la película un cóctel espectacular, mostrando al espectador una escena que cierra el largometraje con un fuerte carácter dramático que solo Almodóvar se ha dispuesto a rodar.

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