martes, 17 de marzo de 2015

Crítica: Caché (Michael Haneke, 2005)

Director: Michael Haneke.
Intérpretes: Daniel Auteuil (Georges Laurent), Juliette Binoche (Anne Laurent), Maurice Bénichou (Majid), Annie Girardot (Madre de Georges), Lester Makedonsky (Pierrot Laurent), Bernard Le Coq (Jefe de Georges), Walid Afkir (Hijo de Majid), Daniel Duval (Pierre), Aïssa Maïga (Mathilde).
Productores: Michael André, Rémi Burah, Andrew Colton, Valerio De Paolis, Veit Heiduschka, Michael Katz, Margaret Ménégoz, Michael Weber.
Guión: Michael Haneke.
Fotografía: Christian Berger.
Música: Varios.
Montaje: Michael Hudecek, Nadine Muse.
Año de producción: 2005.



El incuestionable ‘caché’ de Haneke

El galardonado director austríaco Michael Haneke volvió a sorprender a los espectadores una vez más con Caché, uno de sus filmes más destacados en esta pasada década y, en realidad, en toda su trayectoria como director y realizador. Destacado por grandes obras como la conocida Funny Games o El vídeo de Benny, Caché no se queda atrás, llevándose el premio a mejor dirección en el Festival de Cine de Cannes en 2005, el año de su estreno, además del premio FIPRESCI y el premio del jurado del mismo festival. Y no solo eso, sino que también consiguió ser la gran triunfadora en los Premios del Cine Europeo llevándose cinco galardones, entre ellos el de mejor película y el de mejor director. A esto se le suma otros premios en los años posteriores, haciendo que la película sea, sin duda, una de las mejores y más sobresalientes de este controvertido y sombrío director.


Haneke cuenta para la elaboración de este filme con dos grandes actores del cine francés: Daniel Auteuil (La chica del puente, El octavo día) y Juliette Binoche (El paciente inglés, Copia certificada), más conocida por el público como La Binoche, ambos con muchos premios a sus espaldas. Estos son los intérpretes que más sobresalen y más realismo otorgan a la película, siendo unos de los rostros más frecuentes y más laureados del cine francés, gozando del reconocimiento de la crítica internacional, pero tampoco hay que olvidar el papel del resto del elenco, menos conocido, pero fundamental para el éxito del film del director austríaco.

Por otro lado, más allá de los intérpretes y del gran Haneke, en el filme destaca la figura de Christian Berger, fiel director de fotografía y acompañante del director durante muchos años en su trayectoria como profesional, sobresaliendo gran parte de su trabajo como La cinta blanca o El vídeo de Benny.



Un misterio sin resolver

En Caché Haneke induce al espectador en un sinfín de sospechas y especulaciones sobre los hechos que se desarrollan en la película. Quiere que cada uno de nosotros, público que ha visto o pretenda ver la película, deduzca el mismísimo final, según como haya entendido cada escena del filme. Estas sensaciones empiezan nada más comenzar la película. En un plano estático, con apenas movimiento, escuchamos a un hombre y a una mujer hablando sobre las acciones que ellos también ven, participando ellos como nosotros en los hechos que tenemos ante nuestros ojos Haneke ya nos invita a participar desde el primer segundo en su misteriosa obra. Tras esta secuencia carente de movimiento, reflejando una gran casa localizada en una calle solitaria, poco después nos damos cuenta que esas imágenes corresponden a una cinta de vídeo VHS, ya que los mismos actores hacen el acto (ya prácticamente olvidado) de rebobinar. De nuevo, damos otro salto. Nuestra percepción cambia, y nuestras ideas también, y poco a poco damos sentido (o eso creemos) a la historia.


Es así, de esta extraña manera, como comienza Caché. Una misteriosa cinta de vídeo llega a la casa de la familia Laurent, sin motivo aparente, mostrando los exteriores de la misma, como si alguien les estuviera vigilando permanentemente. Esto sorprende, sobre todo, a Georges (Daniel Auteuil), el padre y protagonista de la película. No obstante, los Laurent lo considera un mal menor, restándole importancia, hasta que las incógnitas y el desconocido acoso sigue, llegando a las manos de esta familia burguesa asentada en un buen barrio de la ciudad más cintas y otros objetos extraños envueltos en simples folios con dibujos que parecen ser hechos por un niño de primaria. Georges, tras la llegada de estos objetos a su entorno, siente miedo. Cree que puede tratarse de un telespectador enfadado o con ganas de fastidiar por no gustarle su programa, o un simple gamberro. Sin embargo, poco a poco descubre que esas cintas, tarjetas y otros objetos van más allá, tocando su pasado más oculto a sus más cercanos y, sobre todo, al espectador, metiendo el dedo en donde más le duele. Una cinta es la clave para que Georges sepa, en un principio, de quién se está tratando.

Paulatinamente vamos deduciendo, al igual que Georges, quién es la persona que envía esas misteriosas cintas que muestran la vida de nuestro protagonista. Además, Haneke nos empieza a enseñar varios flashbacks del pasado de Georges, con el fin de comprender el desarrollo de la película. Acompañados de numerosos primeros planos y bruscos cambios de escenas, nos sentimos cada vez más como nuestro protagonista. El miedo y la tensión aumenta escalonadamente. Somos un personaje más de la historia.

El miedo de la sociedad burguesa

Caché es otra de las numerosas películas de Haneke en las que está, sin duda, el fiel estilo del director. Haneke, ante todo, quiere hacer pensar al espectador, hacerle ver qué puede continuar en la historia y de qué manera cada acontecimiento puede enlazarse con otro, haciendo una búsqueda meramente lógica de dicho enlace. Influido por el gran Antonioni, Haneke impregna sus películas de un color y un terror especial, llenas de suspense y tensión, distintas a cualquier otra. Manteniendo la sensación de realidad ante todo, muestra simplicidad escondida bajo un crítica a la sociedad con el fin de dar una respuesta a los problemas del mundo, reflejando, sobre todo, la violencia, ante cualquier otro problema. Es así, mediante su original forma de realizar, cómo nos incomoda y nos hace pensar acerca del mundo, haciéndonos sentir sensaciones de todo tipo, predominando las más oscuras y dolorosas.


En Caché el director implementa elementos ya vistos en sus anteriores películas, destacando entre ellas la famosa Funny Games (1997) y El vídeo de Benny (1992). Ambas tienen elementos que se pueden ver claramente en la película y que son fieles al estilo de Haneke, aunque también tiene otros tantos elementos novedosos, haciendo a la película otra innovación más del exitoso y valorado director austríaco. En primer lugar, vemos que en como Funny Games como Caché hay un elemento malévolo y maléfico que se mete en la vida burguesa, en este caso, en la vida de la familia de Georges, afectando a su estabilidad física y psíquica e introduciéndole angustia y miedo. Este no le ataca directamente, cosa que pasa en Funny Games, sino más bien psíquica y mentalmente, afectando a su mera tranquilidad acomodada. Por otro lado, también notamos elementos comunes en El vídeo de Benny, ya que en Caché el protagonista no puede comunicarse directamente con quien le envía esas cintas, siendo esta incomunicación similar en la otra película del director. Además, Caché tiene otro de los elementos clave del director: el maltrato animal, algo que Haneke suele usar en sus películas para conseguir mayor impacto en el espectador. Así pues, nos muestra recuerdos del protagonista en los que un animal muere (siendo esta escena real) a causa de un degollamiento. Más allá de las comparaciones con el propio Haneke, Caché comparte elementos con Carretera perdida de David Lynch (1997), ya que, además de que unos de los personajes de su película comparta nombre con el apellido del protagonista de la película de Haneke, el protagonista de Carretera perdida también recibe unas cintas extrañas mostrando los exteriores de su casa, recordando de esta manera al pobre Georges Laurent.

Respecto a los componentes fílmicos que podremos encontrar dentro de Caché, además de lo que ya hemos hablado anteriormente, veremos unos cambios bruscos entre planos dando una sensación de incomodidad al espectador, siendo en su gran mayoría, cambios entre planos muy estáticos y carentes de movimiento a planos llenos de ruido y movilidad. Esto, junto a los inesperados flashbacks, hará que el espectador esté intranquilo, deseoso de saber más en medida que avanza el filme. Junto a una ausencia de música incidental, apoyando el realismo narrativo de la película, notaremos cambios en la perspectiva, sobre todo cuando vemos, junto a los protagonistas, las cintas de vídeo. Toda la película mostrará el entorno de Georges, decorados y escenarios comunes a los de una ciudad y una casa de familia adinerada, además de la antigua vivienda del protagonista y otros escenarios típicos de la gran ciudad, dando, unos más que otros, un valor narrativo añadido a la interpretación de la película.


Profundizando un poco más en los personajes, más allá de Georges tenemos a su familia, amigos y compañeros de trabajo que le rodean. En primer lugar está Anne, su esposa, la cual trabaja en una editorial y que comparte amistades con su marido. Cuando le llega a su poder la primera cinta, no deja de estar al tanto de lo que pueda suceder, ya que a ella también le importa las causas y las consecuencias de esas cintas misteriosas. Sin embargo, llega un momento en el Georges, con el fin de no preocuparla y guardarse el disgusto para sí mismo, le miente, descubriendo poco después las mentiras que tenía guardadas su marido. Esto hace que comience un conflicto entre la relación, que no estaba muy cerrada desde el principio, ya que estos disgustos y esta falta de confianza entre los dos hace que Anne cuente con el apoyo de sus amigos y, sobre todo, de Pierre, dando unas pequeñas sospechas de que entre ellos dos podría haber (o podría haber habido) algo más que amistad. Por otro lado, hay otro elemento que une a esta pareja, su hijo, Pierrot, un adolescente de 12 años responsable que desconoce en gran medida el tema de las cintas, viviendo su típica vida de instituto. Este, sin embargo, llega a preocupar excesivamente a sus padres, pues de un momento a otro desaparece y nadie sabe acerca de su paradero, por lo cual, Georges, creyendo firmemente que el culpable solo puede ser el responsable de los acosos, lo incrimina y lo pone al conocimiento de la policía. Pero, a pesar de no tener pruebas irrefutables que imputen al supuesto responsable de la desaparición (y, además, envío de las cintas), todo queda en un mal menor. Georges sospecha de todo, y más de ese misterioso (y posteriormente conocido) personaje, que afectará profundamente al protagonista y al espectador en uno de los momentos más cruciales de la película.

La solución la eliges tú

Michael Haneke convierte a Caché en una nueva especie de terror ya influido y con elementos comunes a sus películas anteriores. Un terror que apenas podemos ver a simple vista pero que poco a poco cala en nuestros huesos, al igual que nuestro personaje, sintiéndonos solo uno en la película. Es por ello que, al igual que Georges, sintamos lo mismo, a pesar de no tener las mismas experiencias que el personaje, sacando nuestra propias conclusiones sobre los diversos acontecimientos.


Llena de un sinfín de suposiciones, Haneke une lo individual y lo colectivo mostrando un pasado personal lleno de culpas, debido a la complicada relación entre el protagonista un personaje clave en su infancia. Esto hace entrever y reflejar una crítica a la sociedad europea, mostrándonos mediante diferentes hechos y elementos temas importantes sobre la sociedad en la que vivimos: el mundo árabe, la inmigración y la violencia constante en la vida cotidiana. Es así que nos sitúa en la más simbólica y paradigmática parte de Francia, la burguesía, siendo esta una metáfora que hace de muro al mundo exterior, en concreto, al de la inmigración.

Por último, Haneke nos sorprende con su final, un final abierto, moldeable a la mente del espectador. Quiere que, según cómo hayamos entendido su película y cómo hayamos comprendido y mirado el final, formemos nuestras propias teorías y continuación y explicación del filme. ¿Quién es entonces el responsable de las cintas? ¿Quién se esconde tras el objetivo? ¿Quién elabora el plan? Las respuestas a estas preguntas solo las tiene una persona: el espectador.

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